Las
piernas me tiemblan men. No recuerdo haber pasado por tanta nervadura ni portar
cosí de plata encima en toda mi vida. Tampoco vayan a presentir que una
fortuna, aunque sí lo suficiente para imaginar todo lo malo que pueda
acontecer, por muy difícil que pueda ser tratar de domar al destino cuando
sobreviene retorcido. Me lo dijo un mamado, una noche en el poyo de una
cantina, me agarra fuerte del brazo y sin venir a santo me espeta “chavo",
recuerda siempre esto que te voy a decir: piensa en todo lo malo que pueda
pasar y al pensarlo no pasará. Las malas cosas te traspasan por sorpresa y sin
avisar”. Más que discutible la etílica aseveración del viejo, pero por si un
acaso me digo: cuídate al cruzar, no te vaya a llevar un carro precisamente
ahora; atento a esta galerna traicionera no te descalabre un corimbo caído de
un ventano; no vayas a extraviar la chequera huevón, échale mano y chécala;
mira con quien te cruzas y qué calleja pateas no te vayan a robar y apalizar. Y
aún más, después de conseguir la guita con la que cumplir el sueño de vivir de
mis habilidades artesanas, tras sufrir el desprecio de la torticera banca
capitalista, superada la desesperada tentación de los usureros que extendieron
sus garfas ante mí cual Venus atrapamoscas, me imagino convertido en
protagonista de fábula de Esopo tiñendo la tierra de blanco y perdiéndolo todo.
Pensar en lo peor para que no ocurra, difícil de hacer y casi tanto de creer,
pero no puedo sacarlo de la mollera mientras hago camino.
Paso ahora frente a la puerta del Gran Banco
Central y por un segundo fantaseo pensando en invertir mi dinero no en el
pequeño negocio que pretendía iniciar, sino en un Smith & Wettson Magnum
357 de cañón largo, convertirme en una suerte de moderno Clyde C. Barrow, subir
los doce escalones, patear la puerta y entrar esgrimiendo el revólver y un saco
voceando: “¡Venga aquí toda la plata, hijos de la chingada!”, y balaceando al
aire gritar “¡Estos son mis avales!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario