El comandante de la Guardia Suiza cayó abatido por la bala que milésimas de segundo antes percutió el aspirante a magnicida que paradójicamente impidió el magnicidio.
Las autoridades vaticanas ocultaron las verdaderas intenciones por las que el comandante se había abalanzado sobre el Santo Padre. En realidad no pretendía salvarle la vida, sino todo lo contrario: asesinarlo. La larga misiva con la que trataba de justificar su criminal acción y todas las pruebas que se recopilaron en su contra fueron archivadas para siempre. El mundo moderno no anda sobrado de héroes y mártires y las razones de estado justifican la asunción de una verdad que se oponga a la realidad si esta última resulta ser menos ventajosa. Después de todo, el concepto milagro flotaba aún sin ser mencionado en el informe de investigación interno elaborado sobre el suceso.
Las autoridades vaticanas ocultaron las verdaderas intenciones por las que el comandante se había abalanzado sobre el Santo Padre. En realidad no pretendía salvarle la vida, sino todo lo contrario: asesinarlo. La larga misiva con la que trataba de justificar su criminal acción y todas las pruebas que se recopilaron en su contra fueron archivadas para siempre. El mundo moderno no anda sobrado de héroes y mártires y las razones de estado justifican la asunción de una verdad que se oponga a la realidad si esta última resulta ser menos ventajosa. Después de todo, el concepto milagro flotaba aún sin ser mencionado en el informe de investigación interno elaborado sobre el suceso.
Y fue de esta forma como, una vez más, un demente convencido de ser El Elegido pasó a la historia convertido en icono y modelo a seguir por las generaciones futuras.
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