Acción Directa


Ya llegó el momento de pasar a la acción, dijo el jefe del comando, aunque ellos nunca admitirían la existencia de un cabecilla. Era una norma fundamental dentro del grupo recogida en los estatutos por todos consensuados y que por tanto no hubo necesidad de votar, como de hecho nunca la había: nadie más que nadie, todos a una, obligatoria unanimidad.
¿No resulta penoso que el momento de mayor gloria de nuestra actuación como grupo se base en el robo de un radar de la Guardia Civil? Y ni siquiera fue una acción premeditada. Lo confundimos con una barbacoa abandonada.

Hemos concertado esta reunión para ultimar el plan a seguir según la operación prevista; y creo que llegados a este punto hemos de plantearnos por última vez, y ya de forma definitiva, la necesidad del convencimiento unánime de seguir adelante con la misión que nos hemos marcado.

Todos se muestran entonces conformes con el propósito de no dar ni un paso atrás.
—Hacia atrás ni para tomar impulso —señala una de las chicas, leyendo y apuntando hacia uno de los carteles que cuelga de la pared, ante el asentimiento y jaleo del grupo.
—Ahora más que nunca debemos aprender a mirar en dirección a la profundidad —dice otro de los presentes esperando ser igualmente jaleado y quedándose con el puño en alto, perplejo, pues todos lo miran pasmados—. Lo pone ahí también —apostilla señalando hacia otro de los lemas impresos en un póster.
Bien, prosiguió el número uno desplegando un plano, repasemos una vez más el reparto de papeles y el desarrollo del golpe:
Aparcamos la furgoneta a las puertas del objetivo y Cristina permanece en ella con el motor en marcha. Entran Carlos y Sandra. Ella entretiene al guardia, Carlos se dirige mientras tanto hacia el mostrador. Neutralizado el guardia, Carlos da la señal para iniciar la acción; en ese momento entran Silvia y Alba cubriendo todo el espacio destinado al público. Carlos salta al interior de las oficinas y da paso a Rodrigo y Juan Antonio, que vendrán de frente mientras Silvia y Alba cubren los flancos. Entonces ellos dos saltan sobre el mostrador, desde allí dominareis todo el espacio del local, así os podrán ver desde las cuatro esquinas de la planta, el factor sorpresa juega a nuestro favor. Finalmente, Esmeralda y yo mismo remataremos la acción apareciendo por las dos entradas laterales y cruzando en diagonal la sala hasta llegar al fondo aquí y aquí.
—¡Unidos en la lucha! —entona Alba.
—¡No nos moverán! —corean todos a la vez.
—¡Uno para todos... y todos para uno! —termina de completar Rodrigo el lema mosqueteril, él solo y en un volumen decreciente, casi apagado en la palabra final, al no sentirse acompañado por ninguno de los presentes.


10:30. Día D, hora H. Cristina permanece en el vehículo con el motor en marcha, tal como estaba previsto. Sandra coquetea con el guardia de seguridad, mientras Carlos se dirige hacia el mostrador con el equipo estéreo portátil sujeto por el asa en su mano derecha. Sobre la larga mesa que separa la zona destinada al público de las oficinas, la música se pone en funcionamiento. Silvia y Alba entran en ese momento y se despojan, en un golpe, de casi toda su ropa, iniciando un exótico baile y dirigiéndose cada una hacia uno de los extremos de la sala. Cambio de ritmo. Rodrigo y Juan Antonio entran en escena subiéndose rápidamente sobre el mostrador e iniciando un striptease a ritmo de funky. Todas las trabajadoras sorprendidas y poco a poco entregadas ante la sensualidad y la simpatía que exhiben los dos bailarines. Finalmente, Esmeralda y el propio líder de la acción reparten, con gran éxito, flores, abrazos y poemas entre todas y todos los presentes. Después, ordenadamente, uno tras otro, van saliendo del local desfilando con gracia para acabar subiendo al furgón que los espera en la puerta. La operación ha resultado ser todo un éxito.

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