Elegía* a un dictador


     Ayer murió papá. Sé que muchos lo juzgarán muy severamente, incluso se alegrarán de que mi progenitor, el hombre que rigió los destinos de nuestra Patria durante casi veinte años, haya pasado a mejor vida. La historia, sin embargo, se encargará de hacer justicia, de salvar su memoria, una vez restañadas las heridas abiertas en los tiempos difíciles en que nos tocó vivir.
La prosperidad y el bienestar, la salvaguarda de los valores fundamentales de nuestra sociedad, de la moral y las creencias defendidas y conquistadas a lo largo de generaciones, ha guiado siempre la manera de gobernarse y de gobernar en nuestro mentor. Es un orgullo que el hombre que me dio la vida y me educó haya sido también el guía y salvador de toda una nación, abocada al caos y a la anarquía de no haber sido por la intervención de su mano sabia y firme. Una mano que nunca se alzó para castigar físicamente a ninguno de sus hijos, pues también entre los de su sangre hizo valer la autoridad sin imponerse autoritariamente, tal como él gustaba distinguir.
Doy fe de que  su  misión no ha sido  nada  sencilla.  Sus malintencionados detractores aún lo acusan de la "represión" de los primeros momentos, cuando la llamada del deber le llevó a asumir el mando de la nación, de los muertos y desaparecidos que dicen que hubo; que inevitablemente existieron, nadie lo niega, pero ni en el número ni en la forma en que la diabólica oposición pretende que conste en los libros de historia. En toda batalla se producen víctimas inocentes, daños colaterales, muertos y heridos, también los hubo entre nuestras filas.
De que mi amado padre era un hombre bueno tengo constancia yo, su primogénito, al haberlo podido asistir en la tesitura de llorar, con hombría y templanza eso sí, mientras firmaba sentencias condenatorias a la pena capital; con el dolor de contravenir los mandamientos de la ley de Dios pero sabedor de que el cumplimiento del deber y la búsqueda de un fin superior le impedía flaquear en tales circunstancias. Eran actitudes como aquella una prueba de su valentía y de la tremenda soledad del gobernante obligado, en ocasiones, a tomar difíciles resoluciones cuyo peso debe asumir sin la menor muestra de indecisión o arrepentimiento. Puedo imaginar sus últimas confesiones, también la inmediata exculpación del obispo emérito de la capital que lo asistió en la extremaunción y que, sólo había que mirar a papá a los ojos, le hizo liberarse de cualquier posible remordimiento que pudiera albergar su alma.
Pronto tratarán de hacernos olvidar que fue mi padre el hombre que trajo la democracia al país, una vez el pueblo estuvo preparado para asumir la responsabilidad de elegir a sus gobernantes; y prueba de la madurez de nuestras gentes es que hoy en día, casi diez años después de que papá dejara la presidencia del país, continúa gobernando por voluntad popular el partido que fue fundado bajo su ideario político. El pueblo es sabio, a pesar de todo, aunque siempre existan malas hierbas que amenacen con extenderse y corromperlo todo. El hombre que me dio sus genes cuidó muy bien del jardín patrio, podó cuando fue necesario, supo sembrar en el momento adecuado y no se descuidó ni un solo instante. Los frutos: la prosperidad y el bienestar que disfrutamos en la actualidad, mientras nuestros más directos vecinos se debaten en la más absoluta quiebra económica, han justificado con creces los medios empleados. Con todo su libre albedrío, con su libertinaje, con su pluripartidismo y múltiples consultas electorales, la mayoría de las gentes en los países que nos rodean viven en la pobreza extrema y sufren la falta de perspectivas de futuro, por lo que miles de extranjeros se agolpan a las puertas de nuestra nación tratando de entrar ilegalmente en nuestra próspera tierra. Las férreas medidas que nos vemos obligados a tomar para controlar esta moderna invasión, constituye en la actualidad una de las mayores preocupaciones de nuestro gobierno.
Qué más podría decir de un hombre que amó profundamente a su pueblo, que sufrió con él y a él se entregó con todo su empeño y sus fuerzas, cercano, recto, de intachable moral, sencillo y a la vez eficiente, ejemplar padre de familia y cristiano.
Ha fallecido rodeado por sus seres queridos, con una expresión de inmensurable serenidad en el rostro que nos ha emocionado a todos. Sin duda con la tranquilidad de dejar este mundo satisfecho por el deber cumplido. Descanse en paz y por siempre sea respetada su memoria.
  
* elegía. (Del lat. elegīa, y este del gr. ἐλεγεία). 1. f. Composición poética del género lírico, en que se lamenta la muerte de una persona o cualquier otro caso o acontecimiento digno de ser llorado (,,,)

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